Hace un par de semanas, nuestro amigo Juan Carlos Parra (músico de profesión que durante el día cambia las teclas del piano por el teclado del computador, para dedicarse al oficio informático), hizo la que considero hasta
ahora la mejor analogía de la interoperabilidad entre sistemas de información,
comparando la integración y el intercambio de datos con una sinfonía en la que
diversos instrumentos musicales funcionan en forma sincrónica y armónica.
Esto es posible, debido a que existe un estándar sintáctico
y semántico de notación musical, perfectamente comprendido por todos los intérpretes,
para que puedan ejecutar una pieza musical, en la forma concebida por el
compositor o director.
Gracias al uso del pentagrama y demás estándares de notación
musical, es posible que cientos e incluso miles de músicos puedan ejecutar al
unísono, las obras de Mozart, Beethoven, Schubert, Sibelius, Haydn, Dvořák, Roger
Daltrey y otros grandes compositores.
Un buen ejemplo del alcance de esta interoperabilidad musical
es la sinfonía n.º 8 en mi bemol mayor de Gustav Mahler, denominada “la
sinfonía de los mil”, debido a la gran cantidad de instrumentistas y coristas
requeridos para su interpretación.
No es un trabajo fácil, si tenemos en cuenta las aptitudes y
cantidad de años de trabajo de formación musical de un intérprete y de un
director de orquesta, sumados a los cientos o miles de horas de dedicación y ensayos
para que podamos escuchar una ejecución magistral.
En ésta época donde impera el inmediatismo, nos sorprende que
después de 25 años de esfuerzos de Health Level Seven, en el desarrollo de los estándares de interoperabilidad en
salud, aún existan discrepancias y dificultades para su uso. Cabe entonces recordar que aunque existen
importantes antecedentes de sistemas y estándares de escritura musical en el
antiguo Egipto, Mesopotamia y Grecia, el sistema moderno de notación musical
occidental tuvo una evolución de 9 siglos, comenzando a construirse en el siglo
VIII y finalmente generalizándose en toda
Europa a partir del siglo XVII.
Sin embargo, durante todo ese tiempo, no se detuvo el proceso
creativo de composición ni los músicos se cruzaron de brazos, esperando a que
alguna autoridad determinase cuál debía ser la notación más adecuada para representar
e intercambiar información acerca de las notas musicales, los silencios, el
compás, el tempo y el carácter de una obra musical.
Como ejemplo, a continuación podemos disfrutar de una adaptación de diversos temas musicales compuestos por Jerry Goldsmith y Alexander Courage (entre otros).
Como ejemplo, a continuación podemos disfrutar de una adaptación de diversos temas musicales compuestos por Jerry Goldsmith y Alexander Courage (entre otros).
La industria musical, acostumbrada por siglos al uso de estándares, comenzó a finales de la década de los 70’s un proceso para establecer un protocolo para facilitar la interconexión y comunicación de información entre dispositivos musicales (sintetizadores, secuenciadores, controladores, computadores, etc), dando origen al estándar Interfaz Digital de InstrumentosMusicales (MIDI).
En 1981, Dave Smith, un ingeniero electrónico y presidente de
la compañía Sequential Circuits, propuso el estándar MIDI a la AudioEngineering Society. El 8 de enero de 1983,
Dave, con el apoyo de Ikutaro Kakehashi (fundador de Roland Corporation), realizó
una prueba de concepto, conectando un sintetizador analógico Prophet 600 con un
Roland JP-6; gracias a lo cual, la primera especificación oficial aprobada de
MIDI se publicó en agosto de 1983.
Rápidamente, los principales fabricantes del sector musical
como Yamaha, Roland, Kawai, Korg, etc., adoptaron y contribuyeron al desarrollo
de este estándar.
Gracias a su significativa contribución a la industria
musical, por el desarrollo del estándar MIDI, Dave Smith e Ikutaro Kakehashi,
recibieron el premio Grammy en la categoría técnica en 2012.
A este estándar se suman una enorme cantidad de formatos de
archivos y compresión de datos musicales y de sonido como MP3, WAV, WMA, M4P,
OGG, OPUS, etc.
Tenemos mucho que aprender de la industria musical y de cómo
han comprendido el uso de estándares de interoperabilidad. Los analistas y responsables de la interoperabilidad debemos prepararnos y trabajar con la dedicación de un director de orquesta, determinando los flujos armónicos de mensajes y componiendo las partituras de registros y documentos electrónicos; hasta que en el sector salud podamos disfrutar la silenciosa y continua sinfonía de datos que harán posible que la información pueda llegar a los profesionales de salud en el momento y lugar oportuno, y finalmente los pacientes puedan disfrutar de una mejor atención sanitaria.
Excelente analogía, espacio para la reflexión e invitación a continuar los esfuerzos hacia la interoperabilidad en salud.
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